martes, 29 de enero de 2013
sábado, 26 de enero de 2013
LAS DROGAS Y SUS EFECTOS EN LA MENTE
LAS DROGAS Y SUS EFECTOS EN LA MENTE
En
esencia, las drogas son venenos. La cantidad que se toma determina el efecto.
Una cantidad pequeña es estimulante (aumenta la actividad). Una cantidad mayor
actúa como sedante (inhibe la actividad). Una cantidad aún mayor actúa como un
veneno y puede matar a la persona.
Esto es
cierto para cualquier droga. Cada una requiere diferentes cantidades.
La
cafeína es una droga, así que el café puede usarse como ejemplo. Es probable
que cien tazas de café puedan matar a una persona. Diez tazas probablemente
hagan que se duerma. Dos o tres actúan como estimulante. Esta es una droga muy
común. No es muy dañina, ya que se necesita una cantidad muy grande para causar
un efecto. Por eso se la conoce como un estimulante.
El
arsénico se conoce como veneno. Sin embargo una cantidad muy pequeña es un
estimulante, una buena dosis hace que la persona duerma y unos decigramos la
matan.
Pero
existen muchas drogas que tienen otro riesgo: afectan a la mente de forma directa.
Para
entender bien los efectos de las drogas sobre la mente, es necesario saber algo
sobre la naturaleza de esta. La mente no es el cerebro; es el conjunto
acumulado de los registros de pensamientos, conclusiones, decisiones,
observaciones y percepciones de una persona a lo largo de toda su existencia.
En Scientology, se ha descubierto que la mente es un sistema de
comunicación y control entre el thetán y su entorno. Con thetán se
quiere decir la persona misma, el ser espiritual; no su cuerpo, su nombre, el
universo físico, su mente o alguna otra cosa.
Cualquier
persona cuya condición no sea grave es capaz de reconocer la parte más obvia de
la mente: los cuadros de imagen mental.
Hay varios
fenómenos relacionados con esta entidad llamada mente. Al cerrar los ojos,
algunas personas sólo ven negrura, otras ven cuadros.
El thetán
recibe, mediante el sistema de comunicación llamado mente, diversas
impresiones, que incluyen las percepciones visuales directas del universo
físico. Además recibe impresiones de actividades pasadas y, lo que es más
importante, concibe cosas sobre el pasado y el futuro que son independientes de
los estímulos del presente inmediato.
Una
persona que ha tomado drogas, además de los factores físicos involucrados en
ese hecho, conserva cuadros de imagen mental de esas drogas y de sus efectos.
Los cuadros de imagen mental son tridimensionales y contienen color, sonido,
olor y todas las percepciones, además de las conclusiones o especulaciones del
individuo. Son copias mentales de las percepciones de la persona en algún
momento del pasado, aunque en casos de inconsciencia o semi-inconsciencia,
existen por debajo del estado consciente del individuo. Por ejemplo, una
persona que ha tomado LSD conserva “cuadros” de esa experiencia en su mente,
que están completos y contienen registros de lo que vio, de las sensaciones
físicas, los olores, los sonidos, etc., los cuales se produjeron mientras
estaba bajo la influencia del LSD.
Digamos
que en una ocasión un individuo tomó LSD estando en una feria con algunos
amigos. Las experiencias de ese día incluyeron: sensación de náusea y mareo,
una discusión con un amigo, sentir la emoción de tristeza y después la
sensación de mucho cansancio. Tendría cuadros de imagen mental de todo el
incidente.
En un
momento posterior, si el entorno de esta persona tuviera suficientes elementos
similares a los de ese incidente del pasado, la persona podría experimentar una
reactivación de ese incidente. Por lo tanto, sentiría náusea, mareo, tristeza y
mucho cansancio; sin ninguna razón aparente. Esto se conoce como reestimulación:
la reactivación de un recuerdo del pasado debido a que las circunstancias del
presente son similares a las del pasado.
Los residuos
de las drogas también pueden reactivar estos cuadros de imagen mental, ya que
su presencia en los tejidos del cuerpo puede simular experiencias anteriores
relacionadas con las drogas.
Tomando
el ejemplo anterior de la persona que tomó LSD, tiempo después, tal vez años,
los residuos de la droga que aún están en los tejidos de su cuerpo pueden
causar una reestimulación del incidente de LSD. Se reactivan los cuadros de
imagen mental y la persona experimenta las mismas sensaciones de náusea, mareo
y cansancio; y se siente triste. No sabe por qué. También podría percibir
imágenes mentales de las personas con quienes estaba y de la visión, los
sonidos y los olores que llevan consigo.
Estos son
los efectos que producen en la mente las drogas que se tomaron en el pasado.
Sin embargo, el tomar drogas actualmente provoca un efecto similar y más
inmediato en la mente.
Cuando
una persona toma drogas como marihuana, peyote, opio, morfina o heroína, los
cuadros de imagen mental del pasado pueden “reactivarse” o reestimularse por
debajo del nivel de consciencia del individuo, y causar que perciba algo
distinto a lo que en realidad está ocurriendo.
Así,
frente a tus ojos, aparentemente en la misma habitación en que estás tú, y
haciendo las mismas cosas, el individuo que ha tomado drogas está ahí sólo de
manera parcial; y está también, de manera parcial, en algún incidente del
pasado.
Parece estar allí. Pero en realidad está
“despistado” y no sigue todo lo que está pasando en tiempo presente.
Lo qué
está sucediendo según una observación racional no es lo que le está
sucediendo a él.
Por
consiguiente, no entiende las afirmaciones de los demás, pero trata de
adecuarlas a su realidad compuesta (con lo que se quiere decir que está hecha a
partir de distintos componentes). Debe alterar lo que los demás expresan para
adecuarlo a su realidad.
Por
ejemplo, alguien que toma drogas puede estar seguro de que está ayudando
a alguien a reparar un suelo que necesita arreglo, pero en realidad está
impidiendo que se lleve a cabo la auténtica actividad en curso, que consiste en
limpiar el suelo. Así pues, cuando “ayuda a alguien” a lavar el suelo,
introduce caos en esa actividad. Como él está reparando el suelo,
si alguien le dice “dame la fregona (el trapeador)”, lo interpreta como “pásame
el martillo”; pero como el mango de la fregona es más largo que el de un
martillo, vuelca el balde.
Esto
puede ser leve cuando la persona comete errores ocasionales. Puede ser tan
grave como la demencia total, en la que los sucesos que para ella son
evidentes, son completamente distintos a los sucesos que son evidentes
para cualquier otro. Y puede haber todo tipo de grados intermedios.
No es que
no sepa lo que está sucediendo. Es que percibe algo distinto a la
secuencia de sucesos del presente.
Por lo
tanto, los demás le parecen estúpidos, irrazonables o dementes. Puesto que las
acciones y órdenes de esas personas no están de acuerdo con lo que ella ve
con toda claridad que está ocurriendo, “esas personas” no son
sensatas. Por ejemplo, un grupo de personas está cambiando de lugar unos
muebles. Para todos excepto para una de ellas está claro que sólo están
cambiando de lugar unos muebles. Ella cree estar “colocando formas geométricas
dentro de una nube”; por lo tanto, “comete errores”. Como los miembros del
grupo no pueden ver lo que hay en su interior, y sólo lo ven como un semejante,
no pueden entender por qué “embrolla tanto las cosas”.
Personas
como las que han tomado drogas y los dementes están, por lo tanto, completa o
parcialmente, en una línea temporal aparentemente distinta de los sucesos de
tiempo presente.
Se puede
tomar una droga para sacar a la persona de un tiempo presente insoportable o
dejarla por completo inconsciente.
Algunas
personas no regresan después totalmente a tiempo presente.
Un thetán
también puede escaparse de un tiempo presente insoportable y entrar en el
pasado, aun sin tomar drogas.
Los que
toman drogas, al igual que los dementes, no han regresado al presente en mayor
o menor grado. Por lo tanto, piensan que se están moviendo en una línea
temporal diferente de aquella en la que están.
Estos son
los hechos en que se basa el comportamiento excéntrico de los seres
humanos.
En la
medida en que lo que está ocurriendo, según la percepción y la realidad subjetiva
de estas personas, se aparta en mayor o menor grado de la realidad objetiva de
los demás, la persona perturba el entorno y trastorna el funcionamiento
adecuado de cualquier grupo, ya sea una familia, una empresa o
una nación.
Todos
hemos conocido a este tipo de personas, así que esto no es raro en la
civilización actual. Sus comentarios repentinos y sin sentido, por completo
fuera de contexto con lo que se está hablando; su mirada en blanco cuando se
les da una orden o se les dice algo; detrás de estas manifestaciones hay todo
un mundo imaginario que se estremece cuando tratamos de lograr hacer algo en
tiempo presente.
Por
consiguiente, las repercusiones de las drogas van más allá de sus efectos
inmediatos, y con frecuencia influyen en muchas otras personas además de
afectar al que las toma. Las consecuencias pueden ser muy dañinas. Esto puede
decirse no sólo de las drogas callejeras ilegales, sino también de las drogas
médicas que se supone que deben ayudar a las personas.
El Problema de las Drogas en Venezuela
|
El
Departamento de Estado de los Estados Unidos, dentro del programa de la
Estrategia Internacional sobre Control de Drogas, publica periódicamente
informes sobre la situación de determinados países en cuanto a la producción,
el tráfico y el consumo de sustancias estupefacientes y psicotrópicas.
Recientemente se ha hecho público, a través de Internet, un informe sobre la
situación de Venezuela en esta materia tan delicada. Por la importancia que
tiene ese informe, sobre todo si se toman en cuentan las consecuencias tan
negativas que puede tener para cualquier país el hecho de que, eventualmente,
no cuente con la "certificación" del gobierno norteamericano, vamos
a citar y comentar algunos aspectos del referido informe.
El
informe de la Estrategia Internacional sobre Control de Drogas abre
expresando lo siguiente:
"Venezuela es un país de los más importantes para el
tránsito de cocaína, marijuana y heroína con destino a los Estados Unidos y
Europa, y para los productos químicos desviados hacia Colombia. Se ha
convertido en un país fuente para drogas ilícitas, con cultivos de amapola de
opio en la frontera con Colombia. Venezuela es igualmente un centro
importante de lavado de dinero. Se enfrenta a una amenaza creciente de
consumo de drogas."
Quienes
han venido ocupándose de estudiar el problema de las drogas en Venezuela,
enfrentados casi siempre a la carencia de una generalizada toma de conciencia
nacional sobre la gravedad de la situación, desde hace muchos años tenían el
muy claro convencimiento de que Venezuela era un "país puente", es
decir un país a través del cual la droga, proveniente de otros países de
América del Sur, transitaba, con rumbo hacia Estados Unidos y Europa
fundamentalmente. También sabían estas personas preocupadas que nuestro país
tenía un serio problema de consumo de drogas. La estadística directa relativa
a este consumo no provenía de encuestas especializadas sino principalmente de
datos extraídos de prontuarios policiales y judiciales que indicaban que un
porcentaje sumamente elevado de los delitos cometidos en Venezuela estaba
asociado a la droga, ya fuere por consumo o por comercialización. También
existía la noción de que Venezuela, por su importante estructura
institucional financiera era un centro de blanqueo de dinero proveniente,
directa o indirectamente del comercio ilícito de drogas. No estaba tan
generalizada, sin embargo, la idea de que ya Venezuela se estaba convirtiendo
en un país productor.
El
gobierno de los Estados Unidos, en el documento que citamos, informa que, "en 1995, el Gobierno de Venezuela (GOA)
elaboró e implementó la primera estrategia nacional de drogas del país, que
designa a la Comisión Nacional de Drogas (CONACUID) como al cuerpo
coordinador central en asuntos de drogas". En nuestra opinión, esta
afirmación no se corresponde totalmente con la verdad. Venezuela carece de
una estrategia nacional de drogas. La designación de la CONACUID como
organismo coordinador central en asuntos de drogas, no implica la adopción de
una estrategia. Nada hay de nuevo en esta asignación de funciones que ya
estuvo prevista cuando se creó la Comisión contra el Uso Ilícito de Drogas,
en la década de los 60, luego convertida en Comisión nacional contra el Uso
Ilícito de Drogas (CONACUID). La finalidad que se tuvo presente al crear el
organismo era, y sigue siendo, que actuara como coordinador central. Esa
finalidad no ha podido cumplirse por una serie de razones y, entre ellas,
podemos citar las siguientes: al organismo nunca se le ha dotado de recursos
suficientes para cumplir con sus cometidos, la Comisión no siempre ha estado
presidida por los profesionales más capaces, ni ha contado con la debida
asistencia profesional y, lo que es más importante, la modestia de sus logros
se debe, precisamente a la carencia de una estrategia nacional en materia de
drogas.
En la edición de Venezuela Analítica correspondiente al pasado mes de
septiembre habíamos informado acerca de una propuesta que se le presentó en
1989 al entonces Presidente Electo, acerca de una política nacional en
materia de drogas. El fundamental objetivo de esa propuesta era lograr que se
definiera una estrategia nacional. Desgraciadamente, a esa propuesta no se le
dio seguimiento. El gobierno de Carlos Andrés Pérez, el gobierno provisional
de Ramón J. Velásquez y el de Rafael Caldera, han hecho muy poco por lograr
que exista una toma de conciencia de todos los venezolanos sobre la amenaza
que representa el problema de las drogas para el futuro de nuestro país y el
de su democracia. Sin una toma de conciencia de la magnitud del peligro, sin
que haya lo que los anglo-parlantes llaman "awareness", es difícil
que pueda implementarse una estrategia, por bien concebida que esté. En
síntesis, la toma de conciencia es uno de los principales pilares de
sustentación de una estrategia. Para dar una idea concreta de lo que
significa esa toma de conciencia, podemos llevarla al extremo individual, al
de la familia. Vemos allí que los miembros de la familia —los padres
fundamentalmente— no se interesan por el problema de las drogas porque a
ellos nunca les va a tocar. Por desgracia, hace falta que ocurra algo muy
grave con algún miembro de la familia para que el mal de las drogas los
impacte con toda su fuerza destructora.
Al analizar el informe del gobierno norteamericano, apreciamos que en
parte es favorable a Venezuela porque el gobierno venezolano sigue algunas de
las líneas de ataque de Washington en el esfuerzo por erradicar el problema,
o al menos limitarlo a niveles tolerables —si es que puede hablarse de
tolerancia en esta materia. El informe dice, por ejemplo: "Como parte de
su mandato, la CONACUID está trabajando para implementar las normas de la
Convención de la ONU de 1988 referidas a lavado de dinero y control de
productos químicos precursores". En varias partes del informe se subraya
que "En 1995, el [Gobierno venezolano], con asistencia del [Gobierno de
los Estados Unidos], identificó y destruyó 1,600 hectáreas de amapola de
opio, 30 has, de coca y 20 has. de marijuana en la región de frontera con
Colombia de la Sierra de Perijá." A este último respecto se añade que
"El gobierno ha autorizado el uso aéreo del herbicida glifosfato contra
los cultivos ilícitos de drogas".
El excesivo consumo de drogas por parte de quienes viven en los
Estados Unidos implica un enorme costo social y económico para el gran país
del Norte. De allí que el esfuerzo por atacar un problema de Estado tan serio
tenga un asidero muy fuerte en consideraciones de seguridad nacional. Dentro de
ese muy justificado esfuerzo, hasta ahora ha tenido mayor peso todo lo
relativo a la eliminación de la oferta, siendo que mayor importancia tiene la
eliminación de la demanda. Cuando se tienen ideas claras y se implementan
planes bien concebidos que utilicen todos los recursos de las avanzadas
técnicas de información, pueden lograrse resultados positivos en plazos más
breves; prueba de ello la tenemos en la extraordinaria campaña nacional de
los Estados Unidos contra el la droga ilícita que es el tabaco: su consumo ha
disminuido notablemente. Sin que se justifique abandonar los esfuerzos en
contra de la oferta de drogas ilícitas —y tal vez podrían lograrse resultados
más positivos con una política tendiente a auspiciar la sustitución de
cultivos en los países productores— hay que revertir la proporción de lo
mucho que se gasta en represión y lo poco que se gasta en prevención. Es
necesario que los Estados Unidos le den mayor importancia a la asistencia a
los países con problemas de producción, tráfico y consumo de drogas en el
campo de frenar la demanda a través de la prevención, partiendo desde la
prevención primaria.
Dentro de la necesidad de un mayor esfuerzo en el área de la
prevención, es positivo constatar lo que el informe comentado dice acerca de
planes recientes de Washington:
En agosto de 1995, los Estados Unidos y Venezuela firmaron una carta
convenio para suministrar fondos para proyectos de prevención conducidos por
la CONACUID. Estos proyectos incluyen la primera encuesta epidemiológica
nacional sobre drogas que se haya realizado hasta ahora en el país, programas
de prevención referidos a drogas en las escuelas y en las comunidades, y un
centro de entrenamiento.
Se
trata de un primer intento, modesto tal vez pero va por el buen camino. Hay
que insistir más en la necesidad de propiciar una toma de conciencia general
sobre el problema. En este sentido, los Estados Unidos están llamados a
auspiciar los esfuerzo de la OEA, a través de la CICAD para que nuestros
pueblos se den cuenta de que el problema de la producción, el tráfico y el
consumo de drogas es un problema de Estado que hay que atacar en forma
inteligente y eficaz, sin despilfarro de recursos.
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